Ni idea de cómo me lo traje a casa. |
Parece mentira que una empresa dedicada a la producción de papel higiénico haya editado la colección Cine para leer tan estupenda. Cada vez que me cruzo con un ejemplar de ésta, en los rastros y casas de empeño en los que suelo entrar a la búsqueda de libros, acabo comprándolo.
Desde hace un tiempo que vengo escuchando una TED Talk en italiano en la que analizan brevemente el cuento de la mujer asesinada en el río (hay también una grabación en inglés del cuento en sí, si se busca un poco en YouTube). Y bueno, me encontré mi librito entre mis libros, que no recordaba que lo tenía, y me lo leí. Desesperado estoy por leerlos en versión original, que espero me llegue en unos días.
Los cuentos de Carver que he leído son pinceladas impiadosas de la vida de gente que podrá despertar más o menos respeto en nosotros, pero que está al límite y sufre. Gente de clase media o baja, generalmente, en el momento de sus vidas en que todo cambia, y que ese cambio los puede hacer mejores, peores o, simplemente, hacerlos mierda. Gente que sabe hacer limonada con los limones que recibe, o que no sabe, o que no le importa.
Y no se puede pontificar mucho sobre los cuentos de Carver, porque lo que hacen sus personajes te lo lanzan a la cara, y hacé vos el trabajo de entender por qué lo hacen. Pero no vengás a decir que tenés clarito todas sus motivaciones, porque no hay bola de cristal en esto.
Yo soy bastante talibán de las dos historias de Piglia y todo eso, de que los cuentos son máquinas de relojería, de que tienen que ganar por nockaut. Carver no es así, no es ni Quiroga, ni Borges, ni Cortázar. Es muy fácil escribir fantochadas si uno se olvida de que tiene que haber dos historias y, desde luego, lo de Carver no es ninguna fantochada. Y su fama no es debida, solamente, a que es un gringo, como me pareció mientras leía el primer cuento del librito. Carver me ha dejado bastante loquito por seguir leyendo sus cuentos. Del primero al último.
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