Bacs de vidre (Carles Moya, 2012) seguramente se puede traducir al castellano como "caídas/golpes de vidrio", salvo que sea una expresión, que no me lo parece. Durante mucho tiempo pensé, con mi pobrecito C1 de valenciano a cuestas, que la palabra bac era gusano, en castellano. ¿Por qué estaba tan convencido? Seguramente por mi lectura de Seta, la novela de Alessandro Baricco, en la que en cada página nos enteramos de que Hervé Joncour compra y vende bachi di seta, gusanos de seda. Pero no, bac, como esvarar, que me la enseñó o fijó para toda la vida una alumna de 4t hace algunos años, tiene que ver con golpes y caídas, como bien saben los deu conillets.
La cuestión es que el título, Bacs de vidre, me encanta, sean gusanos —de los de seda, que son cuquis, por lo menos— o caídas.
El poemario comienza urgente y hormonal, y dura así muchas páginas. En medio de los primeros poemas, eso sí, un aviso, una muerte que estuvo cerca, rodeado de familia y evitándola, solo como puede. El poemario sigue, a saco, está claro que "No sóc si no ets tu" hasta que en las últimas páginas, agotado y habiendo perdido algo, el poeta toma distancia y se pone irónico, que funciona para eso. "Tot el que sóc ha mort", en medio de la distancia. Después recupera el brío. Y después, aún, se acaba el poemario —bajo la caída del granizo.
Es un libro inhallable, hoy por hoy. Una pena, porque necesita más lectores.
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