Es lo que hay. |
Con Piglia me pasó como con Futurama o la Cherry Coke, mi expectativa era tan grande y desesperada en mi primer contacto, que la decepción fue inevitable. Venían muy recomendados Piglia, Futurama y la Cherry Coke, y las primeras impresiones no son las únicas, pero sí las primeras. La costumbre no enamora, aunque Futurama quizás es la excepción a esa regla. La Cherry Coke se murió bien muerta. Y Piglia, el novelista, nunca me volvió a despertar ansias. Y es raro, además, porque su "Asno I" se quedó grabado en mi cerebrito como una de las mayores gozadas lectoras de mi vida, un orgasmo mental sin ASMR de por medio.
Hace unos años tenía un compi de trabajo, estudiante o titulado en filología por la Universitat de València, que estaba encandilado por Piglia y Onetti. Su gusto venía, seguramente, de las clases que había recibido de la profesora argentina Sonia Mattalia. Mi ejemplar de Respiración artificial, unas fotocopias cubiertas de anotaciones fotocopiadas de dueños anteriores, y de anotaciones mías y de otros, es uno de los tantos libros que mi amigo me regaló por esos años. Lo leí bastante rápido, pero no me resultó la fiesta que yo suponía que iba a ser.
No es perdonar ni perdonarme, pero el alarde intelectual, incluso la pedantería, sólo los soporto, entendiéndose de la única forma posible que se puede soportar algo siendo lector, es decir, como disfrute, en Cortázar y en Borges. Después no, después ya no puedo, no me sale, no se lo soporto ni a Saer, ni a Millás, ni a Vila-Matas, ni a Joyce ni a nadie. Ni a Piglia tampoco. Sobre gustos lo que hay escrito no importa tres carajos, pero es lo que hay y no tiene nada que ver, porque el gusto tiene razones que la razón no comprende.
Entonces sí, leí Respiración artificial y hubo partes que me gustaron y partes que no. Lo que sí leí con delectación y hasta hoy no me he cansado de releer son las Tesis. Me encanta su estilo sencillo, su aproximación al cuento con la lupa que da la de ser un escritor de ficción ante todo, su preocupación por la artesanía del oficio de escribir cuentos, esa cosa de escritor que aprende que respira todo el ensayo a pesar de tanta seguridad en cada frase.
Y a todo esto, me pregunto: ¿qué tal serán los cuentos de Piglia? Me parece a mí que ya va siendo hora de que los lea. Y Plata quemada, también, a pesar de que me parece casi imposible haber escrito esa novela sin haberle robado nada a Puig. Habrá que ver.
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