miércoles, 11 de julio de 2018

Jordi Julià: ELS DÉUS DE FANG

Me lo encontré en El Doctor Sax,
una librería de viejo
pegadita al consulado de Italia en Valencia
a la que vale la pena visitar,
tienen libros de toda condición y pelaje,
y en un montón de lenguas.


Els déus de fang fue ganador del Premi Poesia Vicent Andrés Estellés de Burjassot en su edición de 2006. El autor, Jordi Julià, un escritor prolífico es poco.

El poemario, tal como pone sobre aviso al final del libro su autor, recoge distintos poemas escritos a lo largo de varios años.

A mí, creo, el que más me gustó fue My favourite things, bastante humorístico y con una onda que se me antoja bastante clara a eso que los yanquis llaman pasivo-agresivo. En L'Helena hay como una revisita al están verdes de la zorra y las uvas que me dejó desconfiado.

O sea, hay bastante distanciamiento irónico en el autor, casi todo el tiempo. No se permite grandes expansiones sentimentales, y cuando lo hace lo pone en boca de personajes, no de él mismo.

A mí me parece, si me preguntan, que Cap de Bacus, el primer poema, funciona a la manera de un prólogo, que te avisa de por dónde van los tiros, qué cosas hay que fijarse para ir pillando el hilo conductor al poemario. Entonces yo veo una obsesión por la traslación propia o ajena que siempre parece ser metáfora de algo, y que a veces es de verdad, en el espacio, y otras en el tiempo, es decir, figurada. Veo que la quietud sirve para observar a los otros, para morirse o para las dos cosas al mismo tiempo. Veo una permanente caída en la desilusión después de la ilusión. Veo una llegada al bosque que igual es revisitar el bosque de estatuas en el que se pierde el visitante del primer poema, pero seguramente ya me estoy pasando de rosca cuatro pueblos. Y sí, veo cosas.

A mí buscar estos hilos que se desovillan durante todo un poemario me articulan la lectura. Me hacen creer en la Intuición sobre todas las cosas. Son clavos ardientes, por supuesto, como cualquier profecía autocumplida que se precie de tal. Porque implica abrir los ojos para unas cosas, y cerrarlos para otras, hasta que todo parece preciso y aceitado como un reloj suizo, aunque haya más mundo allá afuera. Pero me parece que está bastante claro que las segundas lecturas de los poemarios hay que acometerlas con una estrategia definida.

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