Lo compré en un rastro de València. |
Son poemas escritos siempre en minúscula, con abundantes puntos seguidos en medio de frases, sobre todo al principio, que te dejan sin aliento.
Los caminos de la deconstrucción son inexcrutables.
Poemas que parecen escritos in media res, si me disculpan la sinestesia teórica. Y con final abierto. Herméticos y áridos, para carraspear jadeando. Demostración:
VI
o la ràbia desplegada. pul·lula
enmig de l'aire. cau a raig. sobre l'asfalt.
potser. sembla argent amb tanta aigua.
una nit metal·litzada. davall eixorca i
ja res brilla. una espasa. apagada.
estirada t'amenaça. però tu ja
no estàs mirant.
A mí me hacen recordar un poco a la poesía de Manel Marí, sobre todo en la búsqueda de metáforas impiadosas que lo rodean a uno de lo cotidiano como monstruo (dejemos de lado a Stephen King). La poeta transforma el entorno en insectos, por ejemplo, membranosos y con exoesqueleto, y nosotros estamos dentro de ellos. O en ataúdes de calidad insectal, o sea, nada amable, precisamente.
El poemario acaba revisitando la Pasión de Cristo. Quizás somos testigos de la condena del Universo, de un momento clave en el que todo se jodió, especialmente nuestra relación con Dios.