Después de leer
My twisted world —que cuenta con varias voluntariosas traducciones oficiosas al castellano que se pueden encontrar por ahí, pero que paso ahora mismo de leerlas, que ya tuve bastante— uno sabe bien por qué hay una legión de tipos, por ahí, que disfrutan tanto haciendo escarnio del malogrado asesino de masas. El diario guión manifiesto de Elliot Rodger —supongo que se inspiró en
Mi lucha a la hora de estructurarlo, pero quién sabe—, es un cóctel de actitudes guión acciones ridículas + talento literario + una pizca de sinceridad + una pizca de cinismo que dispara el trollismo del
más menos pintado.
Es obsesivo el autor. Infinidad de veces nos cuenta que es virgen, que él merece no menos atención que cualquiera, esas cosas. Cuando escribe desde el corazón, es decir, con esas pizca de sinceridad que también tiene, escribe cosas como "la envidia y los celos, los dos mayores problemas de mi vida", "nunca olvido, nunca perdono" o como "el acechador inveterado que soy" que así, fuera de su contexto, no dicen mucho, pero que son hitos en la lectura, porque ahí está la verdad. Y en el odio. En el odio por situaciones concretas, por gente de carne y hueso.
¿Dónde está la
Captatio benevolentiae en
My twisted world? Evidentemente, en las primeras partes del diario, aquéllas en las que el autor nos cuenta su infancia, sus infinitos e infructuosos intentos de ser parte del grupo de los niños populares. Después, el autor nos muestra de a poco algo que se asemeja cada vez más a su peor cara, hasta que nos persuade de que él querría ser un dictador global, asesinar a todas las mujeres salvo a muy poquitas, y de paso a su hermano pequeño, aunque él sabe que lo adora. Quizás ya aquí hay impostura, porque ya parece una caricatura de sí mismo, pero a saber. En todo caso, una muestra más de que sus deseos siempre sobrepasan a sus posibilidades de una forma atrozmente ridícula.
El autor quizás nunca leyó a Sartre o a Heidegger, o no le importa. El valor que se da a sí mismo es siempre inmanente, nunca es por lo que hace, sino por lo que él considera que es. Su interacción social destruye su autoestima, pero nunca deja de recordarnos que su valor siempre es a partir de algo que él entiende que es y que es independiente de lo que hace. La horrorosa equivocación que rige su vida entra en el terreno de las enfermedades mentales, porque de otra forma no se entiende el monolítico ridículo en el que está dispuesto a caer una y otra vez, sin enmienda. Y todo contado con bastante agilidad, a pesar de las repeticiones obsesivas de tópicos que se suceden hasta la náusea.
My twisted world es, a su manera, una novela de aventuras, y
El día de la retribución, que es cuando decide salir a asesinar gente, es su objetivo en tanto héroe, después de mil vicisitudes guión obstaculos que podrían alejarlo de ello. Por ejemplo, ganar la lotería. Pero no.
Supongo que mis mayores lo tuvieron a Charles Manson, y las generaciones más o menos cercanas a la mía lo tienen a Elliot Rodger, si hablamos de asesinos elevados a objeto de veneración de la cultura popular, o de sus arrabales. Como quien pretende repetir una tragedia en forma de comedia.