Lo encontré en la París-València. |
O sea.
Había muchas maneras de conseguir que un escritor nos cayera antipático irremediablemente, y los editores tuvieron a bien usar muchas de ellas. Panegírico desenfadadamente solemne. Uf.
Al principio, el autor nos muestra que está obsesionado con Nietzsche, lo cual no es sino una manera tan buena como cualquier otra de decir que uno está obsesionado consigo mismo. Y sí, los poemas en primera persona del plural se suceden, pero es siempre un plural mayestático, no hay ningún nosotros de verdad ahí metido. El poeta reclama a los otros, a esos nosotros, que sean como él mismo, en definitiva, porque sólo hay una clave para la libertad, que es la que él ha encontrado y cual faro en llamas señala.
Nietzsche me cae horriblemente antipático, todo sea dicho. Si el eterno retorno es que hay que vivir la vida sin tener nunca que arrepentirnos de nada de lo que hagamos porque estaríamos dispuestos a volver a vivirla de una misma y exacta manera, eso lo podría haber escrito Paulo Coelho, qué tanto joder.
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