Ni idea de dónde me lo encontré. |
Había sido una lectura apasionante e incrédula. No podía creer que me gustara tanto lo que estaba leyendo. Y, qué duda cabe, eso de que su autora tuviera 18 años al momento de escribirla, envidia negra. En casa me hablaron con cierto desdén de la novela y de su autora, pero el librito ahí estaba, en la biblioteca.
Buenos días, tristeza cuenta distintas historias de amor o de caprichos bastante turbias, de una perversidad volátil y etérea. Voluntades ferreas y leves que chocan, que no necesitan lavar los platos y, por ello, bastante despiadadas y con mucho tiempo para ello. La protagonista es consciente de lo que pasa, a su manera, pero no todo lo expone, se guarda alguna cosa aquí, alguna cosa allá. Está bien construida la novela, y acá la explican bastante bien.
Cécile, qué duda cabe, es una niñata consentida que, al momento de los hechos relatados, gusta o no puede evitar manejar a quienes le rodean a su antojo, utilizarlos de una manera vil, y después asquearse de ellos o de sí misma. El final tremebundo es como un castigo que recibe, que la hace cruzar una línea que es definitiva, y que la destruye. Antes de eso, aún tenía escapatoria, pero la autora le cierra las puertas a la redención. Sólo deja de ella un cadáver atravesado por la culpa.
Éste creo que me lo encontré en un rastro hace unos años, pero a saber... |
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